13 de agosto de 2011

Por si las moscas..Por José Pablo Feinmann

Los sectores dirigentes se asumen (lo han hecho siempre) como los poseedores de la Argentina. Sea para gozarla, para traficarla o para enajenarla, la Argentina les pertenece. Es su casa y uno con su casa hace lo que quiere. La edifica y la muestra al mundo, festejándola, en el Centenario, la trafica durante la década del ‘30 o la enajena durante el menemismo. Lo único que los sectores dirigentes no aceptan ni han aceptado jamás es que la casa se la tomen los otros, se la ocupen los bárbaros, los que no la han poseído ni poseerán jamás, ya que eso sería subvertir el orden de la casa, que está en orden en tanto está en manos de sus dueños. A veces, los dueños de la casa deciden ampliarla y negociar con los otros para mantener el orden: lo hizo Sáenz Peña con Yrigoyen. La “chusma ultramarina” se había vuelto molesta o potencialmente molesta y había que “integrarla”. Yrigoyen lo haría. Luego, en el ‘45, las migraciones internas concentran en Buenos Aires un proletariado riesgoso, nuevo, un “aluvión zoológico”. Será el coronel Perón quien integre a esos “grasitas” y les dé cobertura social, sindical, laboral. Como fuere, a los dueños de la casa no les gusta integrar y desconfían de los integradores. Desconfían de Yrigoyen, desconfían de Perón, a quienes derrocan con implacables golpes militares. Al cabo, “integrar” es “compartir”, abrirles a los otros espacios en la casa, y los dueños de la casa la quieren para ellos, toda para ellos, porque, sencillamente, son insaciables. Hicieron la casa gracias a la “abundancia fácil” del país, no la modernizaron sino que la gozaron y se dedicaron a impedir que “los otros” (a quienes, de aquí en más y ya veremos por qué, llamaremos “las moscas”) pudieran gozarla. Así las cosas, desarrollaron más los organismos de represión (sobre todo el Ejército) que la industria y el mercado interno. Será porque el mercado interno está lleno de moscas y ellos ni a las moscas quieren alimentar. Por fin, hartos de gozar la casa, en un mundo globalizado que “ellos” sienten como suyo (y al cual, en efecto, pertenecen por medio de sus capitales que se asocian con los del poder universal y se desterritorializan), deciden enajenar la casa y la venden, y se quedan con el dinero y se van o se encierran en los barrios privados, countries, torres o bancos y se olvidan de las moscas, que siguen alimentándose con lo único que ha quedado del viejo país de la abundancia fácil, con mierda.
La metáfora de la casa tomada (que es una de las grandes herramientas teóricas para entender la Argentina) fue creada por Julio Cortázar en un cuento perfecto que publicó en su libro Bestiario, de 1951. Habría, él, de aclarar luego que escribió ese cuento instigado por la llegada del peronismo (del primer peronismo) al poder. Con ironía y acaso con autoironía habría de decir “me fui del país porque los bombos peronistas no me dejaban escuchar los conciertos de Bartok”. Tampoco podía escuchar las óperas de Alban Berg. Se va. Acepta describirse como un joven culto de clase media que huye a París ante la invasión de “los otros”. De las moscas. Años después, Germán Rozenmacher, que no tenía casi nada en común con Cortázar, resemantiza su cuento en otro que habrá de llamarse “Cabecita negra”. Rozenmacher narra la noche infernal del señor Lanari, que está solo en su casa (su mujer y su hijo se han ido a “la quinta de Paso del Rey”), que no puede dormir, que oye gritar a una mujer, que baja (saliendo de “la” casa), que se acerca a la mujer, que es una morochita (“una negra”), que está bastante borracha y a la que el señor Lanari ayuda con un billete de cien pesos y luego se la queda mirando, “despreciándola despacio”. Aparece un policía y cree que el señor Lanari anda en tratos con una prostituta. “El señor Lanari (narra entonces Rozenmacher) le sonrió con un gesto de complicidad al vigilante.”
–Mire estos negros, agente, se pasan la vida en curda y después se embroman y hacen barullo y no dejan dormir a la gente.
“Entonces se dio cuenta de que el vigilante también era bastante morochito, pero ya era tarde.” Empieza la noche pesadillesca del señor Lanari. El vigilante le dice “viejo baboso”. No lo lleva a la comisaría sino que se mete en su casa con la morocha, con la cabecita negra. Lanari sospecha que están asociados. Entran en la casa. “La negra apenas vio la cama matrimonial, se tiró y se quedó profundamente dormida.” Por su parte, sin mayor hesitación, el vigilante se toma el mejor coñac del señor Lanari. “Todo estaba al revés. Esa china que podía ser su sirvienta en su cama y ese hombre del que no sabía a ciencia cierta si era policía, ahí, tomando su coñac. La casa estaba tomada.” Por fin, luego de ultrajarlo un rato más, los “intrusos”, los “cabecitas negras”, “las moscas” se van. El señor Lanari queda solo en su casa; queda solo, infinitamente escarnecido, desesperado. “La chusma”, dice. “Hay que aplastarlos”, dice. “La fuerza pública”, dice. “Tenemos toda la fuerza pública y el Ejército.” Escribe, entonces, Rozenmacher: “Sintió que odiaba. Y de pronto, el señor Lanari supo que desde entonces jamás estaría seguro de nada. De nada”.
No obstante, el señor Lanari está seguro de un par de cosas fundamentales. Son las que invocó en su semidelirio represivo. “Tenemos la fuerza pública y el Ejército”, invocó, reclamó. No pudo haber sido más impecable y coherente. La casa de los señores Lanari, de todos los señores Lanari de la Argentina, está custodiada por la “fuerza pública”, por “el Ejército”, tal como enumera Rozenmacher. Ya sea en la Patagonia, en 1921, como en el país de la década del ‘70, la ultima ratio de la seguridad de la casa reside en el Ejército. Cuando la casa se amplía, ya sea por el integracionismo yrigoyenista o por el Estado de Bienestar peronista o por los primeros intentos de la democracia del ‘84, el Ejército permanece en un segundo plano. Pero cuando los conflictos aparecen, cuando aparecen y se tornan ingobernables, cuando “las moscas” comienzan a pedir más de lo que los dueños de la casa están dispuestos a entregar, o cuando los “integradores” no pueden controlarlas, los dueños de la casa desvían la mirada y otra vez miran hacia donde, siempre que la casa peligró, miraron: hacia los poseedores de las armas, hacia los que cuidan la casa y los intereses de sus dueños. Así hemos llegado a donde queríamos llegar. Hemos llegado a entender las causas del súbito protagonismo que (a través de dichos del periodista Mariano Grondona) ha tomado la figura del general Brinzoni durante estos días.
Abundemos: hoy, por medio del plan de los banqueros y del FMI, hay más “moscas” que nunca en el país. Un dicho, que todos conocen, dice: “Coma mierda, millones de moscas no pueden equivocarse”. Hoy, en la Argentina, millones de moscas comen mierda. No están equivocadas, ya que es lo único que pueden comer. La infinita codicia de los poderosos (del poder político aliado al poder económico y al capital financiero) les ha dejado esa única, humillante posibilidad. ¿Piensan los dueños de la casa alimentar a las moscas? No parece. Los dueños de casa, como siempre, piensan antes en el “caos absoluto” que en la democratización de la riqueza que podría evitarlo. Y cuando piensan en el “caos absoluto”, piensan en el Ejército como solución. Antes que saciar el hambre, prefieren fusilarlo. De este modo, Grondona, quien ya había pedido los tanques en la calle durante la hambruna de 1989, habla ahora del “Plan B” del general Brinzoni. Aproximadamente ha dicho: “Los militares dicen todo el tiempo que no van a intervenir, pero es como cuando se habla de devaluar: todos dicen que no, que no, hasta que se devalúa”. Cierto, por eso, alguna vez, absurdamente, se dijo: “El que apuesta al dólar, pierde”. Cabría decir hoy, siguiendo el símil de Grondona, “el que apuesta a los militares, pierde”. Y dijo algo más Grondona, algo excepcionalmente revelador. Dijo: “Si yo fuera el general Brinzoni, aceptaría el orden institucional, pero en caso de caos absoluto tendría un Plan B”. Y, terminando, aclaró: “Por si las moscas”.

"Cartas a una desconocida" de Nicanor Para



Cuando pasen los años, cuando pasen
los años y el aire haya cavado un foso
entre tu alma y la mía; cuando pasen los años
y yo sólo sea un hombre que amó,
un ser que se detuvo un instante frente a tus labios, 
un pobre hombre cansado de andar por los jardines,
¿dónde estarás tú? 
¡Dónde estarás, oh hija de mis besos! 

3 de agosto de 2011

El surgimiento del Monstruo Moral Autora:Angelina Uzín Olleros


La economía de los mecanismos de poder

Para Foucault la filosofía debe ocuparse del análisis genealógico del poder comprendiendo al poder como un juego estratégico, no hay que evitar el poder; lo que debemos evitar son los efectos de dominación que llevan al sometimiento, o al ejercicio de una autoridad arbitraria. Es importante la noción de gubernamenta-lidad que desarrolla y su relación con la libertad, el cuidado de sí mismo con relación a las instituciones. Como él mismo lo expresa: la filosofía debe prevenir sobre los peligros del poder.
La modernidad inaugura una forma particular de administrar el poder, integra el poder a los mecanismos de la producción y aumenta sus efectos (sociedad disciplinaria).
En su obra Surveiller et punir (Vigilar y castigar), organiza su análisis en base a cuatro ejes principales: Suplicio, Castigo, Disciplina, Prisión. Dentro del capítulo dedicado a la "disciplina" hace referencia a "Los medios del buen encauzamiento" y "El panoptismo".
Como él mismo lo destaca: "La disciplina 'fabrica' individuos; es la técnica específica de un poder que se da en los individuos a la vez como objetos y como instrumentos de su ejercicio. No es un poder triunfante que a partir de su propio exceso pueda fiarse en su superpotencia; es un poder modesto, suspicaz, que funciona según el modelo de una economía calculada pero permanente." (Foucault, M. Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. Pág. 175).
El ejercicio de la disciplina se despliega en tres aspectos fundamentales: la vigilancia jerárquica, la sanción normalizadora y el examen.
La vigilancia se ejerce a partir de la mirada sobre el otro, con la finalidad de vigilar permanentemente su comportamiento, para que éste no se desvíe del cauce normal. "El aparato disciplinario perfecto permitiría a una sola mirada verlo todo permanentemente".
Las escuelas militares son un buen ejemplo del inicio de este tipo específico de control sobre los cuerpos: "Educar cuerpos vigorosos, imperativo desalud; obtener oficiales competentes, imperativo de calidad; formar militares obedientes, imperativo político; prevenir el libertinaje y lahomosexualidad, imperativo de moralidad." (Foucault, M. Obra citada. Pág. 177).
La vigilancia es un operador decisivo para la economía del control y la física del poder que se desplegará al interior de las instituciones. La figura del "celador" en las prisiones y del "preceptor" en las escuelas, es la concretización de este programa de vigilancia que se construye en favor de la normalidad.
La vigilancia es un extremo de este programa disciplinario, en el otro extremo se encuentra la posibilidad de castigar las conductas impropias, los comportamientos desviados. La sanción normalizadora cuenta en primer lugar con ceremonias (ritual de la circunstancia) que hacen al disciplinamiento de los individuos.
En segundo término, la disciplina requiere de un modo específico de castigar. El castigo supone una doble referencia jurídico-natural, es decir, la reglamentación que se impone en la institución y un orden natural que la sostiene o legitima, que por ser considerado natural no entra en discusión. Esto significa una pura heteronomía en la creación de las normas.
En tercer lugar, el castigo debe ser correctivo. Pero su importancia no sólo radica en el re-encauzamiento de la conducta, sino en lograr, gracias al arrepentimiento, la repetición de un comportamiento que se considera necesario para la permanencia del orden. Castigar es ejercitar, Foucault dice que el castigo disciplinario "es menos la venganza de la ley ultrajada que su repetición, su insistencia redoblada".
En cuarto término, el castigo es un elemento doble de gratificación - sanción.
"Este mecanismo de dos elementos permite cierto número de operaciones características de la penalidad disciplinaria. En primer lugar la calificación de las conductas y de las cualidades a partir de dos valores opuestos del bien y del mal; en lugar de la división simple de lo vedado, tal como la conoce lajusticia penal, se tiene una distribución entre polo positivo y polo negativo; toda la conducta cae en el campo de las buenas y de las malas notas, de los buenos y de los malos puntos. Es posible además establecer una cuantificación y una economía cifrada. Una contabilidad penal, sin cesar puesta al día, permite obtener el balance punitivo de cada cual. La 'justicia' escolar ha llevado muy lejos este sistema, cuyos rudimentos al menos se encuentran en el ejército o en los talleres." (Foucault, M. Obra citada. Pág. 185).
Lo que hoy conocemos como el programa de premios y castigos, propio de un esquema meritocrático, es el núcleo de este motor que pone enmovimiento la máquina disciplinaria.
Por último, en quinto lugar, la distribución según los rangos o grados, que hace a la jerarquización del personal a cargo de la vigilancia, que tiene comoobjetivo señalar las desviaciones y destacar las competencias, aptitudes y recompensas.
El arte de castigar "no tiende a la expiación ni aún exactamente a la represión".
Su finalidad es la de definir una regla a seguir, y para tal fin utiliza ciertos tipos de operaciones diferentes: "referir los actos, los hechos extraordinarios, las conductas similares a un conjunto que es a la vez campo de comparación y espacio de diferenciación".
"La penalidad perfecta que atraviesa todos los puntos y controla todos los instantes de las instituciones disciplinarias, compara, diferencia, jerarquiza, homogeiniza, excluye. En una palabra, normaliza." (Foucault, M. Obra citada. Pág. 188).
Foucault en Histoire de la folie à l’age classique (Historia de la locura en la época clásica) desarrolla la siguiente tesis: "la locura no es una enfermedad, es una historia", afirmación que escandalizó a los psiquiatras cuando fue presentada esta obra en 1961. Podemos pensar desde esta perspectiva que la
anormalidad también es una historia. La "episteme" dominante en cada época, designa lo que considera normal de acuerdo a los discursos y los dispositivos que sostienen la noción de normalidad a seguir. En la primera versión de este libro que fue rechazada en la editorial Gallimard por Brice Parain, Foucault
dice: "No ha sido la medicina la que definió los límites entre la razón y la locura, sino que, desde el siglo XIX, los médicos han sido los encargados de vigilar y montar guardia en la frontera".
Los dispositivos y las prácticas en favor de esa concepción de normalidad ejercen un control y una vigilancia sobre los cuerpos. Esto es denominado por Foucault como el "bio-poder". Los dos polos del bio-poder son el control sobre el cuerpo y el control sobre la especie.
Foucault dice: "El cuerpo: superficie de inscripciones de los sucesos (mientras que el lenguaje los marca y las ideas los disuelven), lugar de disociación del Yo (al cual intenta prestar la quimera de una unidad sustancial), volumen en perpetuo derrumbamiento. La genealogía, como el análisis de la procedencia,
se encuentra por tanto en la articulación del cuerpo y de la historia. Debe mostrar al cuerpo impregnado de historia, y a la historia como destructor del cuerpo." (Foucault, M. "Nietzsche, La genealogía, L’Histoire" en Hommage a Jean Hyppolite, Ed. PUF, 1971. Págs. 145-172. Citado en Microfísica del poder. Pág. 7).
El control policial sobre el cuerpo cuenta con una historia que tiene su punto de emergencia en el siglo XVII. "La tarea de la policía era la articulación y la administración de las técnicas del bio-poder y, al mismo tiempo, el incremento del control del Estado sobre sus habitantes (...) A través de la lecturade los manuales administrativos de la época, Foucault demuestra que el principal papel de la policía, que con el tiempo tomaba cada vez más importancia, era el control de ciertos individuos y de la población en general, relacionado con el bienestar del Estado. Por eso, las funciones de la policía eran verdaderamente amplias y abarcaban a 'los hombres y las cosas en sus relaciones con la propiedad, lo que producen, la coexistencia de los hombres en un territorio, lo que se intercambia en el mercado. También incluyen su modo de vida, las enfermedades y los accidentes que pueden ocurrirles. La policía procura que el hombre esté vivo, activo, productivo...' (...) El poder del Estado se había centrado sobre los hombres previamente como sujetos de derechos y deberes.
Ahora, la policía se preocupa por los hombres en cada una de sus actividades cotidianas, como componentes esenciales de la lucha y la vitalidad del Estado.
Eran la policía y sus adjuntos administrativos quienes se encargaban del bienestar del hombre - y de su control -." (Dreyfus, H. Rabinow, P. Michel Foucault: más allá del estructuralismo y la hermenéutica. Pág. 168).
Para Foucault, es el tercer punto del ejercicio de la disciplina, el examen, el que desarrolla con más "fecundidad" la institución escolar. De todos modos el biopoder y el control policial son parte sustantiva de lo que él denomina "sociedad disciplinaria". En cuanto al examen, es la instancia que combina "las técnicas de la jerarquía que vigila y las de la sanción que normaliza". El examen se encuentra altamente ritualizado, un individuo controlado es aquel que vive en permanente situación de ser examinado, se prepara, se perfecciona, se actualiza, con relación a ese ritual de examen sobre sus propias capacidades y potencialidades.
En el examen, "(...) vienen a unirse la ceremonia del poder y la forma de la experiencia, el despliegue de la fuerza y el establecimiento de la verdad. En elcorazón de los procedimientos de disciplina, manifiesta el sometimiento de aquellos que se persiguen como objetos y la objetivación de aquellos que están sometidos. La superposición de las relaciones de poder y de las relaciones de saber adquiere en el examen toda su notoriedad visible." (Foucault, M. Obra citada. Pág. 189).
Existen una serie de características del examen:
1. El examen invierte la economía de la visibilidad en el ejercicio del poder.
2. El examen hace entrar también la individualidad en un campo documental.
3. El examen, rodeado de todas sus técnicas documentales, hace de cada individuo un "caso".
4. El examen se halla en el centro de los procedimientos que constituyen el individuo como objeto y efecto de poder, como objeto y efecto de saber.
En síntesis, el examen sitúa a los individuos en un campo de vigilancia, la mirada está puesta sobre los sometidos a ese examen y los individualiza en sus capacidades. El individuo es algo descriptible y analizable a partir de las técnicas de anotación, de observación, el límite entre lo importante y lo insignificante. "En un sistema de disciplina, el niño está más individualizado que el adulto, el enfermo más que el hombre sano, el loco y el delincuente más que el normal y el no delincuente. En todo caso, es hacia los primeros a los que se dirigen en nuestra civilización todos los mecanismos individualizantes; y cuando se quiere individualizar al adulto sano, normal y legalista, es siempre buscando lo que hay en él todavía de niño, la locura secreta que lo habita, el crimen fundamental que ha querido cometer." ( Foucault, M. Obra citada. Pág. 197-198). El individuo es esta realidad fabricada por la tecnología específica de poder que se denomina "disciplina".
Foucault insiste que el poder no debe describirse solamente por sus efectos negativos: excluye, reprime, rechaza, censura, oculta, disimula pero, al mismo tiempo, el poder como juego estratégico es capaz de producir algo positivo: permitir, incluir, aceptar, habilitar, mostrar, acceder...
En el primer tomo de la Histoire de sexualité. La volonté de savoir. (Historia de la sexualidad. La voluntad de saber) afirma que: "El poder está en todas partes; no es que lo englobe todo, sino que viene de todas partes. Y 'el poder', en lo que tiene de permanente, de repetitivo, de inerte, de autorreproductor, no es más que el efecto de conjunto que se dibuja a partir de todas esas movilidades, el encadenamiento que se apoya en cada una de ellas y trata de fijarlas. Hay que ser nominalista, sin duda: el poder no es una institución, y no es una estructura, no es cierta potencia de la que algunos estarían dotados: es el nombre que se presta a una situación estratégica compleja en una sociedad dada." (Foucault, M. La historia de la sexualidad.Tomo I: La voluntad de saber. Pág. 113).
A partir de esta consideración del poder propio y específico del proyecto moderno, se dedica a investigar la formación de lo que él denomina sociedad disciplinaria en la que predominan los mecanismos de control. Lo que caracteriza a este tipo de organización social es la vigilancia que precede a todoconocimiento, a diferencia de sociedades anteriores al siglo XIX, en las que la indagación promueve a los saberes. "El control de los individuos, esa suerte de control penal punitivo con relación al nivel de sus virtualidades no puede ser efectuado por la justicia sino por una serie de poderes laterales, al margen de la justicia, tales como la policía y toda una red de instituciones de vigilancia y corrección: la policía para la vigilancia, las instituciones psicológicas, psiquiátricas, criminológicas, médicas y pedagógicas para la corrección." (Foucault, M. La verdad y las formas jurídicas. Cuartaconferencia. Pág. 98).
Este paso de la indagación a la vigilancia significa el surgimiento de lo que él entiende como la edad de la ortopedia social, caracterizada por el panoptismo (haciendo alusión al Panóptico de Jeremías Bentham). El panoptismo es el tipo de poder propio de una sociedad de vigilancia que se expresa en las políticas de encierro y en las instituciones de secuestro. En estas políticas de encierro los sujetos están "fijados" a las instituciones (escuela, hospital, fábrica, oficina) y si éstos son excluidos por anormales o criminales quedarán encerrados en otro tipo de institución (prisión, manicomio).
El panoptismo es la mirada totalizante, la inspección permanente, la vigilancia sin descanso. Esta vigilancia se apoya en los registros constantes y centralizados. Los dispositivos disciplinarios se despliegan minuciosamente, el observado debe sentir el peso de la mirada del otro sobre él. "Por detrás de los dispositivos disciplinarios, se lee la obsesión de los 'contagios', de la peste, de las revueltas, de los crímenes, de la vagancia, de las deserciones, de los individuos que aparecen y desaparecen, viven y mueren en el desorden." (Foucault. M. Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. Pág. 201).
El concepto antropológico moderno que sitúa al hombre como sujeto y objeto de un saber autorreferencial convierte al mismo tiempo a ese sujeto en un ser vigilado y controlado en los márgenes de lo normal, creando el espacio propicio para el registro de la exclusión. Por una parte el hombre normal (ilustrado y mayor de edad) y por otra, el hombre arrojado a la periferia de la anormalidad (el criminal y el enfermo mental).

El surgimiento del monstruo moral

En el año 1963, el director italiano Dino Risi filma la película I Mostri (Los monstruos. Videoteca Página/30. Video Nº 85), durante 118 minutos recorre en 20 episodios "la manera pérfida y sutil en que el progreso inscribe las viejas lacras humanas: la hipocresía, el desprecio, la mentira, el egoísmo, la manipulación..." el abuso. Inaugura el tipo film en base a sketchs que, guionado por Age y Scarpelli, es una buena muestra de la tradición satírica delcine de los sesenta, la comedia italiana que convoca los rostros de la miseria entre la risa y el espanto.
El primer episodio protagonizado por Ugo Tognazzi "La educación sentimental", relata la relación entre un padre y su hijo; un niño de aproximadamente 7 años a quien su padre lleva a la escuela. En ese trayecto el padre le enseña a su hijo a mentir, a robar, a desconfiar del otro.
Las palabras caen como pesados juicios sobre la alteridad y sobre el tratamiento de los otros: los pobres no existen, quien pega primero pega dos veces, es mejor un lindo proceso que un lindo funeral, no confíes en nadie, tu vecino es tu enemigo...
En ese recorrido todo es falsedad, robo, desobediencia de las normas: el padre rompe el pacto social, lo desobedece, lo ignora. Ante la ausencia del policía, transita la calle en contramano para llegar más rápido; roba comida en el supermercado; le pide al hijo que no comparta su merienda con los compañeros de la escuela...
Y, también en esa travesía entre la casa y la escuela, pasa por el Parlamento diciéndole al niño que los diputados son unos mentirosos y unos ladrones, que esa institución debiera llamarse el "Robomento". Doble moral, anomia, barbarie, expresada en el refrán que le enseña a su hijo insistentemente: "Con un no te escapas, con un sí te embarras". El padre está fuera de la ley, situado en su propio estado de naturaleza.
Este episodio culmina cuando 10 años después los titulares de los diarios muestran la foto del padre que ha sido asesinado por su propio hijo.
En la clase del 29 de enero de 1975 impartida por Foucault en el Collège de France (Foucault, M. Los Anormales. Curso en el Collège de France 1974-1975), describe y define la figura del monstruo moral y el monstruo político. La monstruosidad - en su acepción moderna - está ligada directamente a la figura del criminal y tramitada por esta economía del poder punitivo que el filósofo describe en Surveiller et punir.
Crimen y castigo son dos instancias que se modifican en el paso de la sociedad feudal a la burguesa. En el texto Les anormaux (Los anormales) plantea desde el ejemplo del crimen espantoso perpetrado contra Guillermo de Orange en 1584 que, la respuesta fue un suplicio tan atroz como el crimen.
Dice Foucault al respecto: "El crimen era crimen en la medida en que, además, y por el hecho de serlo, afectaba al soberano; afectaba los derechos, la voluntad del soberano, presentes en la ley; atacaba, por consiguiente, la fuerza, el cuerpo, físico del soberano. En todo crimen, por lo tanto, había enfrentamiento de fuerzas, rebelión, insurrección contra el soberano. (...) El castigo era siempre vindicta, y vindicta personal del soberano. Éste volvía a enfrentar al criminal; pero esta vez, en el despliegue ritual de su fuerza, en el cadalso, lo que se producía era sin duda la inversión ceremonial del crimen." (Foucault. M. Obra citada. Pág. 84).
Este paso de los suplicios a las cárceles es lo que caracteriza al modo moderno expresado en el derecho clásico de entender al crimen y al castigo a partir de unidades de medida que sirven para evaluar la proporción entre uno y otro. Es decir, que el castigo debe guardar una regla que sea directamenteproporcional con el crimen cometido. Crimen que ahora no afecta al cuerpo del soberano sino al cuerpo social. El criminal (moderno) es una amenaza para la sociedad, es el que rompe el contrato social que pacta el orden y el ordenamiento de las prácticas sociales. El criminal que desconoce o se aparta de los términos del contrato es el monstruo moderno.
El episodio antes citado del film Los monstruos es la metáfora del parricidio que resulta de la violencia ejercida por el padre sobre el hijo cuando no media la ley, la prohibición. El paso de la naturaleza a la cultura está signado por la ley y a su vez el paso de la sociedad feudal a la burguesa está mediado por la creación de tecnologías científicas e industriales que hacen posible un orden social.
Foucault analiza el tipo de monstruosidad que marcan la etnología y el psicoanálisis mediante la tesis del totemismo; y la monstruosidad que definen los historiadores tomando el ejemplo de la revolución francesa. La horda primitiva que mata al jefe de la tribu y el pueblo sublevado que asesina al rey.
"... a partir de estas cuestiones del incesto y la antropofagia, se abordan todos los pequeños monstruos de la historia, todos esos bordes exteriores de la sociedad y la economía que constituyen las sociedades primitivas... Los antropólogos y los teóricos de la antropología que privilegian el punto de vista del totemismo,..., el de la antropofagia, terminan por producir una teoría etnológica que lleva a una extrema disociación y distanciamiento con respecto a nuestras sociedades, porque se las remite precisamente a su antropofagia primitiva." (Foucault, M. Obra citada. Pág. 105).
Las tesis de la antropofagia y la prohibición del incesto demarcan el límite normal / anormal en términos de una monstruosidad que deviene de las figuras del soberano despótico y el pueblo sublevado que vemos recorrer en el campode la anomalía.
El incesto, crimen de los reyes, de Edipo y su familia (Sigmund Freud) que posibilita la inteligibilidad de la neurosis; el problema de la devoración, de la introyección de los buenos y malos objetos, del canibalismo que no es ya el crimen de los reyes sino del pueblo hambriento, que posibilita la inteligibilidad de la psicosis (Melanie Klein). Son categorías que explican el comportamiento del monstruo humano (en la descripción del anormal) que fueron gestadas en esa economía del poder punitivo del siglo XVIII y que combinan los grandes temas del incesto de los reyes y el canibalismo de los hambrientos.
El soberano despótico y el pueblo sublevado son las figuras de la anomalía que engendraron el pensa-miento y la política burgueses.
Concluye Foucault diciendo que "Los grandes monstruos que velan en el dominio de la anomalía y que aún no se han dormido - la etnología y el psicoanálisis dan fe de ello - son los dos grandes sujetos del consumo prohibido: el rey incestuoso y el pueblo caníbal." (Foucault, M. Obra citada. Pág. 106).
Importa esta observación de Foucault al respecto cuando dice que este tipo de análisis cae en un reduccionismo (incluso podríamos afirmar en un anacronismo) al hacernos comprender la violencia que ejerce la sociedad disciplinaria a partir de las políticas de encierro, tomando como parámetro el ejemplo de las sociedades primitivas, del parricidio que simboliza la necesidad de la ley.
¿Cómo dar cuenta del terrorismo de estado?. Concepto que resulta contradictorio en sí mismo, ya que el estado no puede aplicar una política de terror; o que desde otro punto de vista, denuncia que la barbarie no se opone a la civilización sino que forma parte de ésta.
En la barbarie no existe la ley. Cuando la ley se impone brutalmente en nombre de la civilización ¿quién es el monstruo?, ¿cómo es el monstruo?. (Aquí queda pendiente desarrollar la tesis de Jacques Lacan en su texto Kant con Sade cuando afirma que el Marqués en La filosofía en el tocador completa la obra de Kant refiriéndose a la Crítica de la razón práctica.

Conclusión

La metáfora del pájaro pintado
Jerzy Kosinski en El pájaro pintado nos relata una costumbre campesina que conoció en su infancia, la misma consistía en atrapar algún ave, pintarle las plumas y, después de hacerlo, soltarla para que se reuniera con su bandada.
Cuando estos pájaros, con sus notorios colores pintados buscaban reunirse con los suyos, éstos no los reconocían, los veían como enemigos, y los atacaban hasta matarlos a picotazos.
Lo que Kosinski muestra en este cuento, es la necesidad de un cierto aire de familia, cierta semejanza que nos hace sospechar en la diferencia la enemistad manifiesta que nos impone la alteridad.
La razón unívoca, la razón que es común a todos los humanos en la teoría iusnaturalista, pretende asegurar la igualdad del género humano en una naturaleza común que subyace en las sociedades mezcladas, en las diferentes culturas, en los rostros diversos que expresan una amenaza a la pretensión de universalizar una única razón; universalidad que se impone en la búsqueda de un fundamento absoluto.
Se trata entonces de expandir esa razón a todos los humanos oponiéndola al irracionalismo de la barbarie, del estado de naturaleza, de la horda primitiva.
Esa pretensión de universalizar una razón deviene en la unidimensionalidad, en la univocidad, en la homogeneización que traza los criterios de demarcación entre lo humano y lo inhumano, entre lo normal y lo anormal, entre lo sano y lo enfermo, entre la civilización y la barbarie.
Montaje de una maquinaria que pretende eliminar la diferencia, la amenaza de una alteridad que resulta insoportable.
Kosinski lo presenta del siguiente modo: "...Cierto día atrapó un enorme cuervo, cuyas alas pintó de rojo, el pecho de verde y la cola de azul. Cuando apareció sobre nuestra cabaña una bandada de cuervos, Lekh liberó al pájaro pintado.
Tan pronto como se unió a sus compañeros, dio comienzo una batalla desesperada. El ave transformada se vio atacada por todos lados. Plumas negras, rojas, verdes y azules empezaron a caer a nuestros pies. Los cuervos revoloteaban frenéticos en el cielo y repentinamente el cuervo pintado vivo, abría el pico e intentaba en vano mover sus alas. Sus ojos le habían sido arrancados a picotazos, sobre sus plumas pintadas manaba sangre fresca.
Hizo un nuevo intento por levantarse de la tierra pegajosa, pero ya no le quedaban fuerzas..."
El pájaro pintado es el símbolo perfecto del otro, del extraño, de la víctima propiciatoria. Si el otro se diferencia de los miembros del rebaño, es arrojado fuera del grupo destruido; si es igual a ellos, interviene el hombre y le hace aparecer distinto, a fin de que pueda ser expulsado y destruido. Del mismo modo que Lekh pinta a su cuervo; los dispositivos cambian el color de los miembros de la sociedad manchada para legitimar un orden socialmonocromático.
Esta es la gran tragedia de la discriminación, de la invalidación y de la creación de víctimas propiciatorias. El hombre busca, crea e imputa diferencias para alienar mejor al otro. Al expulsar al otro, el hombre se enaltece a sí mismo y desahoga su ira frustrada de una manera que sus semejantes aprueban. Para
el hombre, animal de rebaño, igual que para sus antepasados no-humanos, la seguridad radica en la similitud.
El dispositivo moderno que justifica sus violencias en nombre del progreso, bajo la imagen inmaculada de la verdadera humanidad, define al monstruo en la mancha que significa la anomalía, la degradación; cuando es el mismo dispositivo civilizatorio quien se encarga de expulsar de la frontera de la normalidad al individuo diferente.
La noción de progreso expresada en el sueño burgués de eliminar las diferencias en favor de una uniformidad que excluye y encierra al que supone, en su diferencia, una amenaza al cuerpo social normalizado; esa idea de progreso encarna una forma más sofisticada de matar o de morir.

4 de diciembre de 2010

Sir Ken Robinson_Las escuelas matan la creatividad TED 2006

Dedicado a Marta Ochoa, mi maestra de 6to y 7mo grado de primaria, la cual me enseñó que la educación no es un conjuntos de mandatos localizados en el hemisferio izquierdo del cerebro olvidandonos de todo el resto del cuerpo, sino que nuestra educación forma parte de todo el cuerpo disfrutando de cada parte de él, desde una lectura hasta una danza interactuando en una armonia única como cada uno de nosotros...

Romina Yan..Carpe diem..(De mi autoría)

Martes, 28 de septiembre de 2010 a las 21:44.





Apenas hace unas horas murió Romina Yan, joven madre..deja una sensación de intranquilidad, una incertidumbre , una sensación fea y rara a la vez, tristeza, bronca ante ese break de la vida y los que estamos mas pares a su edad es algo como que nos mueve el piso..Recién miraba en la tele y los periodistas tratando de buscar una explicación logica y por que no decirlo en el inconciente colectivo al cual ellos pertenecen también obviamente, presentando un mecanismo de defensa, qué actividad realizaba Romina? estaba colocandose electrodos por un tema facial? podían ser esos electrodos causantes de su muerte? Romina fumaba mucho? Romina descansaba? Romina Romina Romina y mil veces Romina..ahi es donde entra a actuar el mecanismo de defensa, y nos preguntamos si nosotros hacemos lo mismo que hacía Romina con su vida y nuestro pánico aumenta cuando logramos atar hilos conductores de actividades a fin con Romina y nos defendemos de las que no.-yo no hago tratamiento facial con electrodos, yo descanso bien todas las noches, yo no fumo..me viene a la memoria Jose Pablo Feinmann en su libro"La Critica de las Armas" en un momento muere uno de los personajes de cancer de pulmón y el hermano ante la pregunta de un tercero presentando este mecanismo de defensa con la pregunta ¿tu hermano fumaba?..la respuesta es ".-Mirá mi hermano no fumaba, ni fumó un cigarrillo en su puta vida y reventó de cancer de pulmón.¿T e das cuenta? Toda la desgracia y ninguna dicha. Como reventar de cirrosis sin haber sido un memorable borracho. Como morir de SIDA sin haber cogido. Pero la vida es así se termina. Hagamos lo que hagamos, tenis, caminata , sauna, dieta sana, abstenciones ilimitadas, controles en las prepagas, siempre al final reventamos como perros. Para la parca todos somos subversivos, el principio persecutorio de la parca es mas insaciable que el de Massera, Camps y videla juntos, nadie se escapa, nadie se salva, todos culpables..."
Por eso amigos facebookeros "Carpe Diem" "aprovechen el día" y no vean a la muerte como una enemiga sino como una amiga que nos recuerda siempre que estamos vivos y que la vida es hoy..

Claudio Visoná